Una alergia no es lo mismo que una intolerancia, y lo malo es que solemos confundirlas con bastante frecuencia. Se calcula que 1 de cada 2 ciudadanos europeos tienen algún tipo de alergia frente al 30% aproximado de la población que sufre intolerancia a la lactosa. Las dos son enfermedades que no dejan de aumentar, lo cual es bastante significativo. Asimismo, y según estudios recientes, más de 170 alimentos pueden producir una alergia o una intolerancia, las cuales afectan ya a casi el 28% de la población española.
Diferencias entre alergia e intolerancia
Debemos aprender a identificar las alergias frente a las intolerancias. De esta manera entenderemos la existencia de una alergia inducida por la proteína de la leche que se diferencia de la intolerancia a la lactosa.
Si acudimos al diccionario, una alergia es un conjunto de alteraciones de carácter respiratorio, nervioso o eruptivo que se producen en el sistema inmunológico por una extremada sensibilidad del organismo a ciertas sustancias a las que ha sido expuesto, y que, en condiciones normales, no causan esas alteraciones. Esto incluye prácticamente a todo lo que nos rodea: alimentos, medicamentos y, en especial, los agentes que hay en el ambiente, como por ejemplo los hongos, los ácaros y el polen, entre otros muchos.
Por el contrario, una intolerancia es la incapacidad de un organismo para resistir y aceptar el aporte de determinadas sustancias, en especial las que provienen de alimentos o medicamentos. La causa más habitual de intolerancia se debe a la lactosa. Aquellos que la padecen tienen menos cantidad de la enzima que se encarga de su degradación. Si la consumen sienten una serie de molestias: digestivas, dolor abdominal, gases, …
Esto último se diferencia claramente de las alergias, las cuales aparecen en nuestro cuerpo en forma de reacciones: cutáneas (inflamación, picores, ronchas, …), respiratorias (rinitis, asma, dificultad para respirar, …) o generalizadas (anafilaxia).
¿Qué pruebas las detectan?
Los especialistas detectan las alergias en sus pacientes a través de la historia clínica y la realización de unas sencillas pruebas cutáneas, que arrojan un diagnóstico inmediato, o mediante un análisis de sangre. Por su parte, el diagnóstico de la intolerancia a la lactosa se realiza mediante un test conocido como la prueba de hidrógeno. Esta consiste en:
- Respirar dentro de un recipiente en forma de globo.
- Luego beber un líquido saborizado que contiene lactosa.
- Tomar muestras de la respiración para verificar el nivel de hidrógeno.
Si el cuerpo tiene problemas para descomponer y absorber la lactosa los niveles de hidrógeno en el aliento se incrementarán.