Estrenamos el mes de marzo y, con la primavera a la vuelta de la esquina, comenzamos progresivamente a hacer cambios en nuestra dieta habitual. Poco a poco iremos abandonando los meses más fríos, al igual que aquellas comidas calientes como los cocidos y los potajes. Los garbanzos suelen ser la materia prima de este tipo de platos, una legumbre, casi imprescindible en la dieta mediterránea, que también puede emplearse en platos más ligeros y frescos.
El consumo del garbanzo data de tiempos remotos. Diversas investigaciones arqueológicas han arrojado luz sobre su utilización en la dieta de los hombres y mujeres prehistóricos. Su presencia se debe a la gran capacidad que tiene este alimento a la hora de proporcionarnos energía después de exponernos a momentos de gran esfuerzo. De hecho, pueblos posteriores como los babilónicos, egipcios o romanos heredaron este saber, implementando esta legumbre en sus platos habituales.
Gran parte de su éxito se debe a su fácil conservación. En la actualidad encontramos los garbanzos secos en cualquier época del año. Asimismo, no es necesaria su refrigeración, aunque siempre habrá que ponerlos en remojo al menos durante unas doce horas antes de su consumo. Un truco habitual consiste en poner las legumbres en un cazo con abundante agua y, a continuación, añadir a la misma una buena cucharada de bicarbonato. Tras ello, hay que cocerlos durante diez minutos a fuego fuerte, para después apagarlos y dejarlos reposar. Mínimo 4 horas, máximo 12. Ni menos, ni más, ya que, de lo contrario, perderán sus propiedades. Por otro lado, también los podemos encontrar envasados, pero en este caso incluyen un exceso de sodio debido a la sal que es usada a modo de conservante.
El garbanzo no suele ser el protagonista de los platos, sino más bien el complemento a los mismos, tal y como ocurre en los, antes mencionados, potajes y cocidos. Es aquí de donde parte la mala fama de esta legumbre, en especial por estar acompañada de carnes muy grasas. Es cierto que se trata de un alimento calórico, de hecho, es la legumbre que más engorda, y con una digestión pesada, debido a su abundancia en fibra e hidratos de carbono. Pero estas características se pueden compensar si los utilizamos como acompañamiento de recetas más ligeras.
En los meses más cálidos hacia los que nos dirigimos, podemos usar los garbanzos como ingrediente en ensaladas, e incluso son interesantes como guarnición acompañando a carnes y pescados. Si nos fijamos en la cocina oriental, veremos cómo esta legumbre se utiliza de una forma muy distinta, siendo la base de cremas frías y platos vegetarianos.
