La mayoría de las notas de prensa de salud que recibo últimamente hacen hincapié en las consecuencias de dos males endémicos de nuestra sociedad: el sedentarismo y el estrés. El tercer gran mal es por supuesto la creciente incidencia de obesidad, que si bien es cierto que se debe principalmente a dietas inadecuadas, también tiene muchísimo que ver con la falta de actividad física, además de poder desencadenarse o agravarse por culpa del estrés.
Puede que esto último os suene un poco raro. Pero seguro que en alguna época de más incertidumbre o en momentos de nervios o mucho trabajo habéis bajado peso o, por el contrario, habéis engordado algún que otro kilo. En mi caso, suelo perder el hambre, aunque también es cierto que muchas veces, para calmar la ansiedad, como casi compulsivamente para aliviar lo que los expertos llaman ‘hambre emocional’. Obviamente, comer por comer es, de por sí, un hábito nada sano. Pero el problema empeora bajo situaciones de estrés, porque en estas circunstancias tendemos a aumentar las raciones y a elegir alimentos más ricos en grasas y azúcares, ya que su ingesta favorece la aparición temporal de un estado de felicidad. De hecho, según datos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, hasta tres de cada diez personas con obesidad tienen problemas relacionados con el estrés.
Es por todo ello (y por mucho más) que es tan importante esforzarnos en incluir la actividad física en nuestro día a día. Por poca que sea. Lo cierto es que cualquier deporte o ejercicio nos aportará beneficios tanto a nivel físico como mental. Pero sí que es verdad que existen ciertas prácticas con una visión más holística que buscan específicamente el equilibrio y la conexión física, mental e incluso espiritual.
Yo soy una gran enamorada del pilates, porque es la disciplina que mejor me hace sentir, pero he de reconocer que me encanta el yoga y, durante unos meses de mi vida, me resultó de gran ayuda y consiguió que llegará a casa, por la noche, súper calmada (en estado ‘zen’, como decía yo para bromear) y a dormir mucho mejor. Podéis leer mi experiencia en este post sobre los beneficios del yoga para la salud.
Precisamente el yoga es una de las disciplinas más completas a la hora de aunar bienestar físico, mental y espiritual. Todo ello, a través de asanas (posturas), pranayamans (ejercicios de respiración) y meditación.
Los beneficios de su práctica son amplísimos y muchos de ellos han podido ser ratificados por estudios científicos. A nivel físico, los resultados de dichas investigaciones apuntan a que el yoga contribuye a reducir la presión arterial y prevenir las enfermedades cardiovasculares, aumenta los niveles de leptina (una hormona clave para ayudarnos a controlar nuestro peso), reduce la resistencia a la insulina (fenómeno que sea asocia al sobrepeso, la obesidad y la diabetes) y favorece el consumo de grasa.
Por supuesto, la práctica de yoga nos ayuda a aumentar nuestra fuerza física y la flexibilidad en músculos y articulaciones, a la vez que incrementa nuestra energía y vitalidad. También mejora la circulación sanguínea, oxigena el cuerpo, cuida la salud de nuestra columna vertebral, mejorando nuestra postura y alineación, y puede aliviar ciertos dolores como la lumbalgia o la migraña.
Respecto a los beneficios del yoga para la salud mental, hay muchísimos trabajos publicados que demuestran que esta práctica parece tener un efecto positivo en la depresión, los estados de ansiedad, los trastornos del sueño e incluso la esquizofrenia. Algunos de esos estudios sugieren que el yoga puede tener un efecto parecido a los antidepresivos y la psicoterapia, por su acción sobre los neurotransmisores y la secreción de serotonina (la hormona responsable de mantener en equilibrio nuestro estado de ánimo).
Lo cierto es que el yoga nos hace concentrar la mente en el momento presente (meditación), por lo que nos ayuda a pacificar nuestro permanente estado de alerta y combatir el estrés diario. Como os comentaba, ayuda a dormir mejor (a mí me resultaba muy útil cuando lo practicaba por la tarde noche, aunque algunas horas antes de ir a la cama) y favorece al pensamiento positivo y el aumento de la autoestima.
Asimismo, te enseña a respirar profundamente, algo muy útil en situaciones de nervios o para ayudarnos a despejar preocupaciones e inquietudes de nuestra mente.
Otra ventaja que me parece importante del yoga es que puede adaptarse al estado de forma de cada uno y que, al ser tan completo, es un muy buen complemento, si practicáis algún deporte en el que ejercitáis especialmente algún grupo muscular (running, tennis, golf…), para compensar y corregir desequilibrios entre los diferentes sistemas musculares.
Precisamente para divulgar los beneficios del yoga, este pasado sábado por la mañana se celebró en Barcelona el Free Yoga by Oysho, el evento de yoga más importante de España y un referente en el calendario europeo de los eventos de esta disciplina.
En esta edición, la cuarta que se celebra en la capital catalana, pudimos disfrutar, junto a unas 2.500 personas, de una masterclass de yoga dinámico impartida por la reconocida profesora Mercedes de la Rosa, del Zentro Urban Yoga, frente al monumento Arco del Triunfo.
El objetivo de este evento, que un año más fue todo un éxito de convocatoria, es «promocionar la práctica del yoga entre todo tipo de públicos con el objetivo de potenciar la salud física y la tranquilidad de la mente en las ciudades». Me gusta lo de ‘todo tipo de públicos’, porque hay muchos prejuicios respecto al yoga y vale la pena insistir en el hecho de que todo el mundo puede practicarlo.
En esta ocasión, también participaron en el Free Yoga by Oysho las integrantes del equipo olímpico español de gimnasia rítmica, plata en los Juegos de Río 2016, y que incorporan el yoga a su plan de entrenamiento para mejorar tanto su rendimiento físico (sobre todo, les ayuda a potenciar la elasticidad requerida para algunos ejercicios) como mental.
Os dejamos con algunas fotos más de este fantástico evento y os animamos a que probéis alguna sesión de yoga, porque seguro que os enganchará.
