Desde hace un tiempo, las semillas se han puesto muy de moda y algunas de ellas se han ganado el título de lo que ahora se conoce como súperalimentos (alimentos con una gran cantidad de nutrientes).
Como os conté aquí, hace apenas un año que he empezado a añadir semillas en mi dieta, más allá de las pipas de girasol y las pipas de calabaza. Las que como prácticamente a diario son las semillas de chía y de vez en cuando, las semillas de lino o linaza y sésamo.
Últimamente se habla mucho también de las semillas de cáñamo y, buscando información para este post, he descubierto otras que nunca antes había oído como las semillas de amaranto o sarraceno. ¿Os suenan?
Aunque soy consciente de que, a pesar de sus muchos beneficios (que los tienen), son alimentos que han estado siempre ahí y que, por algún motivo se convierten de repente en tendencia (como es el caso también de la col rizada o kale, las bayas de Goji o açai, el mijo…), a mí me divierte probar alimentos y combinaciones nuevas y, además, son cada vez más los nutricionistas que recomiendan incluir las semillas en nuestra dieta.
Semillas de chía
Las semillas de chía destacan por su contenido en fibra, antioxidantes, proteínas, ácido graso omega-3 y calcio. La chía es una semilla tradicional de las antiguas poblaciones aztecas y se recomienda especialmente en deportistas y personas con fatiga. Al tener mucha fibra, son muy saciantes, por lo que son perfectas en dietas de adelgazamiento o simplemente para controlar el impulso de comer por ansiedad.
Las semillas de chía son mis favoritas junto a las pipas de girasol y las como prácticamente a diario en el desayuno. A mi me gusta espolvorearlas sobre las tostadas con aguacate, tomate, mozzarella… Tienen un sabor muy suave y, personalmente, sí tengo la sensación de que me dan mucha energía.
Otras formas de comerlas es espolvereadas en las ensaladas, en batidos, postres… También en pudding. Si buscáis en Instagram #chiapudding, encontraréis muchísimas recetas. Yo probé de hacer el pudding de chía con leche de coco (otra bebida ‘de moda’) y me gustó, pero prefiero seguir comiéndolas ‘sin hidratar’ en las tostadas.
Semillas de lino o linaza
Al igual que las semillas de chía, las de lino o linaza son ricas en fibra y ácidos grasos omega 3, además de en vitamina E (gran antioxidante) y también nos aportan energía y vitalidad.
Muchas veces se recomienda tomarlas preferiblemente ‘en remojo’ o trituradas para favorecer su digestión, pero nosotros siempre las hemos comido crudas básicamente en ensaladas, pero también como la chía, espolvoreada en la rebanada de pan en el desayuno.
Semillas de sésamo
Como vimos en el post Los beneficios de las semillas de sésamo, contienen fosfolípidos y lecticina, dos componentes que refuerzan la mente, mejoran la memoria y ayudan a nuestro cerebro a estar más despierto y activo. Además, son una gran fuente de proteínas y ayudan a reducir el colesterol.
Se pueden incluir en los cereales del desayuno, la pasta, las verduras, las ensaladas…
En casa, lo comemos si hacemos hummus, algunas veces en la pasta o con verduras salteadas. Aun así, también se recomienda triturar el sésamo para aprovechar todos sus propiedades y beneficios.
Semillas de girasol
Destacan por su alto contenido en vitamina E, además de aportar importantes cantidades de ácido fólico y magnesio. Son las semillas que he comido desde siempre y las tomo en las ensaladas, cremas o en el pan de pipas. Ojo, porque son bastante calóricas y, aunque mis preferidas son las pipas tostadas y saladas, estas aportan cantidades importantes de sodio, por lo que no son las más recomendables en casos de hipertensión, retención de líquidos o para aquellas personas que siguen una dieta baja en este mineral.
Semillas de calabaza
Son una fuente natural de zinc, calcio y magnesio, triptófano y vitaminas del grupo B, por lo que favorecen la producción de serotonina, que contribuye a mantener estable nuestro estado de ánimo.
Aunque ahora hace tiempo que no las tomo, me gusta añadirlas en las cremas de verdura. Eso sí, al igual que con las semillas de girasol, tampoco podemos pasarnos con la cantidad si queremos controlar las calorías. También me gustan como tentempié.
Semillas de cáñamo
Es la semilla estrella del momento entre muchas gurús de la alimentación sana. Entre sus virtudes, destaca su alto contenido en edestina y ácidos grasos esenciales, que ayudan a fortalecer el sistema inmune. También son buenas para mejorar el funcionamiento de nuestro aparato digestivo.
Aun no las he probado, pero se suelen tomar en crudo en el desayuno, ensaladas o sopas.
Más semillas
Aquí llegan las dos semillas cuyo nombre no había escuchado nunca antes de preparar este post: las semillas de amaranto y las semillas de sarraceno.
El amaranto es un pseudocereal que forma parte de las dietas de los astronautas por su alto valor nutritivo y es fuente de proteína de origen vegetal y de aminoácidos esenciales. Las semillas de amaranto tienen también propiedades antioxidantes, son altas en ácido fólico, bajas en grasas y ayudan a relajarse.
Por su parte, las semillas de sarraceno son fuente de aminoácidos esenciales y minerales como el magnesio y cobre y nos aportan vitamina B.
Me parecen muy interesantes estos comentarios, pero desearía tener comentarios sobre cómo hacer para subir las defensa y poder tener un tránsito intestinal sin pastillas, gracias
Hola Maria del Carmen,
Muchas gracias por leernos y por tu comentario.
Tomamos nota y preparamos un post sobre ello.
Un abrazo,