Los huevos son uno de mis alimentos favoritos. Siempre bromeo con que me llevaría un buen disgusto si me diagnosticaran alergia al huevo porque podría comerlos en cada comida del día. Revueltos, fritos, hervidos, poche, en tortilla, en frittata con verduras, al horno con patatas… me gustan de todas formas. Y, aunque como sobre todo los huevos de gallina, me encantan también los de codorniz.
Además, el huevo es un alimento muy nutritivo. Nos aporta proteínas de excelente calidad, vitaminas, minerales, colina (un nutriente esencial que parece desempeñar un papel clave en funciones relacionadas con la memoria, la prevención de enfermedades del corazón y el hígado graso, así como en el desarrollo del feto en las mujeres embarazadas) y ácidos grasos insaturados que protegen de las enfermedades cardiovasculares. Aunque es cierto que contienen grasas saturadas, su consumo moderado (unos 3 o 4 huevos a la semana, por lo general) es muy beneficioso no solo para nuestra salud, sino también para nuestro estado de animo al ser un alimento rico en triptófano. Además, cada vez hay más estudios que desmitifican la creencia de que el huevo sea directamente responsable de elevar el colesterol en sangre.
Personalmente, creo que vale la pena comprar huevos de gallinas camperas o de origen ecológico. Me gustan más de sabor, pero parece ser que es solo una cuestión subjetiva. En realidad, no hay estudios que demuestren científicamente que los huevos ecológicos sean mejores desde el punto de vista nutricional o de sabor. Aun así, cada vez hay más indicios de que el bienestar animal influye en la calidad de los alimentos.
Precisamente para facilitar esta tarea, la Organización Interprofesional del Huevo y sus Productos (INPROVO) está llevando a cabo la campaña ‘El huevo, de etiqueta‘.
Esta iniciativa nace para informar sobre los diferentes sistemas de producción de los huevos y ayudar a descifrar el significado de los números y las letras marcados en la cáscara para que el consumidor solo tenga que preocuparse de escoger los que mejor se adapten a sus preferencias y necesidades en cada momento.
En esta infografía de la campaña ‘El huevo, de etiqueta’, se explica de forma muy didáctica la trazabilidad de los huevos y también podéis encontrar más información y recomendaciones en su página web.
Cuando el primer número es un 0, significa que son huevos de producción ecológica, es decir, las gallinas se alojan en gallineros con salida permanente a parques al aire libre, donde puede picotear la vegetación, escarbar en el suelo y darse baños de arena. También disponen de perchas donde la gallina se sube a descansar, nidos para que pongan los huevos y material para que escarben y picoteen. La forma de producción, además, está regulada por una normativa específica certificada por los Consejos Reguladores de la Agricultura Ecológica, incluyendo en sus envases el sello distintivo comunitario.
El número 1 es el código de los huevos de gallinas camperas y comparten características con los huevos ecológicos, pero sin contar con la certificación de producto procedente de la agricultura ecológica.
El número 2, en cambio, hace referencia a las gallinas criadas en el suelo y que se mueven en libertad en el interior de un gallinero cubierto, lo que les permite interactuar entre sí y con el medio.
Finlamente, el número 3 es el de las gallinas criadas en jaulas, un sistema de producción en el que las gallinas se alojan en grupos reducidos y en el que disponen de perchas para descansar, nidos para que pongan los huevos y material para que escarben y picoteen.
