Mitos y verdades sobre la leche

mitos sobre la leche

Sé que el tema de la leche y los lácteos es muy controvertido… De hecho, lo hemos comentado ya en diferentes post de este blog de salud. Entre ellos, en este sobre algunos de los falsos mitos en alimentación y este otro sobre los beneficios de la leche.

Lo cierto es que desde hace unos años se ha extendido la creencia de que la leche es perjudicial, pero lo cierto es que los científicos siguen desmintiendo muchos de los argumentos de aquellos que defienden que la leche es mala para la salud (sobre todo la leche de vaca), así como los lácteos en general.

Personalmente, sigo tomando siempre leche en el desayuno, solo un poco con el café, y después intento incluir el queso fresco o el yogur en una de mis meriendas o tentempiés de media mañana algunos días de la semana. Aunque los lácteos no sean mi alimento preferido, los sigo tomando porque me gustan, me sientan bien con moderación y, sobre todo, porque en mi caso me lo han recomendado diferentes especialistas médicos por el tema del calcio y la vitamina D. Además, tengo que decir que las principales alternativas a la leche de vaca – en concreto, las leches vegetales – no me acaban de convencer del todo, excepto en casos puntuales. La leche de coco, por ejemplo, sí me gusta para los batidos, así como el yogur o los lácteos elaborados con leche de cabra o oveja (más fáciles de digerir). De hecho, el puré de patata muchas veces lo preparo con leche de cabra, pero para acompañar el café el sabor de esta me desagrada.

Seguir incluyendo los lácteos en la dieta es mi opción personal, porque confío en los doctores que así me lo han aconsejado y no me dan ninguna molestia (siempre que no me exceda). Pero evidentemente cada uno es libre de decidir, con información, lo que cree que es mejor para sí mismo. Eso sí, si optáis por prescindir totalmente de los lácteos, es importante que aseguréis la aportación de calcio, vitamina D y otros nutrientes presentes en la leche a través de otros alimentos.

mitos sobre la leche de vaca

También es cierto que cada vez surgen más voces de instituciones médicas y científicas que dicen que deberíamos limitar la ingesta de lácteos a tan solo una o máximo dos raciones al día. Es un ejemplo la pirámide de alimentación saludable de la Universidad de Harvard. La explicación que dan es que más raciones de leche o derivados no parecen tener un mayor beneficio para nuestro organismo e incluso podrían ser perjudiciales. Tomar menos cantidad o eliminar los lácteos, por el contrario, está bien siempre que entonces nos aseguremos de que cubrimos los nutrientes que nos aporta la leche con otros alimentos.

A raíz de este tema, hice hace un tiempo un reportaje sobre la creciente popularidad de ciertas dietas restrictivas en el sentido de que se eliminan grupos de alimentos por motivos no médicos, sino por preferencias personales. En el caso de los lácteos, dos de los efectos adversos que más se le atribuían eran la creencia de que la leche produce mocos y empeora el asma. Sin embargo, diferentes estudios han podido probar que ni esta produce mucosidad en personas no alérgicas a las proteínas de la leche de vaca ni altera los resultados de las pruebas de función respiratoria en personas con asma.

Respecto a la relación de su consumo con una mayor incidencia de ciertas enfermedades, hay más discusión entre la comunidad científica y sería necesario poder aislar factores de confusión para poder sacar conclusiones determinantes. No obstante, los estudios que apuntan que podría haber cierta causalidad entre los lácteos y ciertas enfermedades (cáncer de próstata y ovario, por ejemplo), hablan de casos de consumo excesivo de lácteos. Por el contrario, de forma moderada estos parecen protegernos de la osteoporosis y el cáncer de colon.

Otra razón por la que el consumo de leche provoca rechazo es porque puede contener antibióticos, hormonas, sustancias químicas, etc., así como el sufrimiento animal que puede ocasionar, un tema por el cual hay cada vez más concienciación. El problema es que, lamentablemente, este hecho es aplicable a muchos alimentos que consumimos hoy en día… Personalmente, intento minimizarlo informándome bien de la procedencia de los productos de origen animal y priorizando la calidad y las garantías de salud y bienestar de estos animales.

Finalmente, los detractores de la leche también suelen alegar que los humanos somos la única especie que seguimos tomando leche después de la lactancia. Sin embargo, esto no parece ser un argumento suficientemente válido para dejar de beberla, ya que las personas realizamos muchas cosas que no hacen los demás animales.

mitos leche de vaca

Después de reunir toda la información que he podido recoger de entrevistas a endocrinos y nutricionistas, estas serían las principales conclusiones y curiosidades que he podido extraer sobre el tema de los lácteos (además de las expuestas hasta ahora):

  • Para la comunidad científica en general, la leche solamente estaría contraindicada en algunas situaciones concretas como en las personas que tienen intolerancia a la lactosa (el azúcar de la leche), galactosemia (una alteración genética que impide la asimilación de la galactita, que forma parte de la lactosa) o alergia a las proteínas de la leche. En el caso de María José, por ejemplo, ella es intolerante a la lactosa, pero afortunadamente hoy en día podemos encontrar cada vez más oferta de lácteos sin este azúcar.
  • El calcio es clave para asegurar la salud de la masa ósea y prevenir la desmineralización de los huesos. Por ello, si no queremos consumir leche y derivados lácteos, se deben introducir en la dieta alimentos que nos aporten una cantidad notable de este mineral. Son alimentos ricos en calcio las verduras de hoja verde, las sardinas en lata, los frutos secos como las nueces, las almendras o las avellanas, las semillas de sésamo o lino, las legumbres, los pescados azules y también los mariscos o los cereales integrales tipo quinoa o amaranto.
  • Es verdad que, con el paso de los años, la lactosa es más difícil de digerir. Por este motivo, es frecuente que personas adultas presenten intolerancia o tengan digestiones difíciles al tomar leche o derivados lácteos. También puede ser que una persona no sea del todo intolerante a la lactosa, pero sí tenga cierta intolerancia en cantidades elevadas. Por tanto, en estos casos solo será necesario reducir la dosis. Personalmente, si me excedo en el consumo de leche, porque me tomo más de un café por la mañana o me apetece un vaso para merendar o por la noche, sí noto cierto malestar y una digestión más pesada. Pero con mi ración habitual, no.
  • Asimismo, también puede pasar que tras un periodo relativamente corto de tiempo sin tomar lácteos o tomando muy pocos, se pierda puntualmente la capacidad de digerir de forma correcta estos alimentos, ya que se reduce la enzima que se encarga de desdoblar la lactosa en el intestino delgado y que permite que esta pueda ser absorbida. Cuando esto pasa, se puede presentar cierta intolerancia de forma temporal, lo que no significa que se tenga algún problema, además de ser reversible. Esto puede suceder, por ejemplo, tras sufrir una gastroenteritis aguda o si, por cualquier otra causa, hay una alteración de la flora intestinal.
  • Respecto a si la absorción del calcio es mejor con los lácteos o los demás alimentos ricos en este mineral, también hay mucha discusión al respecto. Lo que parece probado en diferentes estudios es que la vitamina D juega un papel clave en el metabolismo del calcio, por lo que es conveniente tener unos niveles adecuados de esta vitamina. También otros nutrientes como la vitamina C, algunos aminoácidos y ácidos grasos. Por otra parte, si bien en algunos estudios se ha observado que la lactosa mejoraría la biodisponibilidad del calcio, en otros este hecho ha sido cuestionado. Por su parte, la vitamina K también juega un papel clave en el mantenimiento de una buena densidad ósea, así como el ejercicio físico regular. La vitamina A, en cambio, cuando se toma en exceso puede debilitar nuestros huesos (¡ojo!, porque muchos alimentos procesados están fortificados con esta vitamina), al igual que las grasas saturadas (presentes en los lácteos no desnatados).
  • Pensaba que las alergias alimentarias eran ‘para siempre’. Pero resulta que en el caso de los niños diagnosticados de alergia a las proteínas de la leche de vaca (y/o también al huevo), estos pueden someterse a un tratamiento de desensibilización o inducción de tolerancia a través del cual se van introduciendo pequeñas cantidades de leche en la dieta, para ir aumentándolas de forma progresiva hasta conseguir la tolerancia del alimento. He visto que cada vez más centros de alergología ofrecen este tratamiento de desensibilización alimentaria. ¿Lo habíais oído antes?

Como veis, se trata de un tema complejo, por lo que, como siempre desde Sanitum, os aconsejamos consultar cualquier duda con vuestro médico, ya que las recomendaciones en temas de salud varían de persona a persona. No obstante, esperamos que os haya resultado útil este artículo y nos encantaría conocer vuestra opinión a través de los comentarios.

Rosa Lecina

Periodista de salud, belleza y bienestar. Lo que más me gusta de mi trabajo es que me permite aprender cosas nuevas cada día y poder compartirlas con los demás. Desde Santium espero poder descubriros todo aquello que nos ayude a vivir una vida más sana. Podéis contactarme en: blogsanitum@gmail.com

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