Actualmente, se estima que alrededor del 20% de los niños y el 7% de los adultos en España se ven afectados por la dermatitis atópica, una afección de la piel que se ha multiplicado por 3 en los últimos 30 años.
Hoy, con motivo del Día de la Dermatitis Atópica, os queremos hablar de esta enfermedad de la piel y de la importancia de empezar a tratarla desde el primer momento en que se manifiesta.
Los niños y las personas con piel atópica se caracterizan por tener alteraciones en la permeabilidad de la piel y un sistema inmunitario hiperactivo y desequilibrado que hace que su piel esté seca, sensible e hiperreactiva.
Los síntomas de la piel con tendencia atópica suelen ser el picor, la sequedad, la descamación, el enrojecimiento y la inflamación de la piel, unas molestias que se agravan cuando se producen brotes agudos de dermatitis (eczemas).
Aunque como decíamos es más común en los niños (suele empezar alrededor de los tres meses, pero puede manifestarse incluso antes), también se da en adultos y las lesiones pueden cambiar de forma y zona del cuerpo según la edad.
Durante la infancia tuve muchísimos brotes de dermatitis atópica, pero el más importante fue hace unos años y necesite mucho tiempo para conseguir curarlo. En realidad, fue mi culpa porque esperé mucho hasta acudir al dermatólogo y la dermatitis fue empeorando.
Para mí, la principal molestia de la piel con tendencia atópica es el picor, a veces constante. No solo es muy molesto, sino que a veces hace casi imposible el poder reprimir las ganas de rascarse. Y cuando esto pasa, se produce una especie de círculo vicioso. Al rascar, la barrera de protección de la piel se deteriora más, deja pasar mayor cantidad de alérgenos y agentes irritantes y el picor aumenta, por lo que aun tienes mas ganas de rascarte y, en consecuencia, el eczema empeora rápidamente.
Si ya es difícil controlar las ganas de rascarse de adulto, de pequeño diría que es prácticamente inevitable. Además, recuerdo que muchas veces lo hacía sin ni siquiera darme cuenta o mientras dormía.
Por ello, es muy importante acudir enseguida al dermatólogo para que, ante los primeros síntomas, pueda prescribirnos el tratamiento adecuado e indicarnos los cuidados y hábitos que pueden ayudarnos a aliviar las molestias de la piel atópica y prevenir los brotes.
Se estima que el 80% de los niños que padecen eczemas atópicos tienen familiares que han sufrido esta enfermedad. Sin embargo, también hay factores externos que pueden provocarla, como los ambientales, determinados alimentos y, a veces, las propias emociones. Los más habituales son el polvo, los jabones y productos de limpieza, el clima y la contaminación, los tejidos irritantes, las mascotas, los cambios de temperatura, el sudor, el estrés, y, en los bebés, la salida de los dientes y algunas enfermedades otorrinolaringológicas.
En una entrevista con la doctora Marisa Ridao, pediatra y miembro de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica, me explicó que, aunque se trate de una hipótesis, muchos estudios señalan el estilo de vida actual como una de las posibles razones por las cuales habrían aumentado tanto las alergias y otras enfermedades de carácter inmunológico en los últimos años, como es el caso de la dermatitis atópica. “La forma de vida de los países occidentales – con una mayor higiene, una disminución de las infecciones en los primeros años de vida y un uso precoz y excesivo de antibióticos y antitérmicos – hace que los niños vivan en un entorno excesivamente protegido. Esto provoca que, en personas predispuestas genéticamente, el sistema inmunológico, diseñado para defender a nuestro organismo de gérmenes y otros invasores, se haya vuelto de algún modo en su contra”. También apuntó a otros factores como “el abandono del mundo rural, la contaminación por parte de los combustibles fósiles o los cambios en la alimentación”.
En el caso de los bebés y niños, los baños excesivamente frecuentes o prolongados y con jabones inadecuados pueden ser los desencadenantes de brotes de dermatitis en su delicada piel, por lo que hay que ser muy cuidadosos con su higiene. Por ello, los baños deberían ser con agua templada, cortos y con un gel específico (y utilizando poca cantidad). Al aclarar y secar la piel, es importante hacerlo con cuidado y sin frotar.
Aunque los productos para uso pediátrico o hipoalergénicos deberían estar formulados sin los excipientes que pueden ser más sensibilizantes, debería ser el pediatra o el dermatólogo quien nos prescriba los productos más adecuados para nosotros o nuestros pequeños. Además, muchas cremas específicas para eczemas pueden contener entre sus ingredientes alimentos (por ejemplo, la avena). Estos deben evitarse porque la piel (sobre todo si está irritada, como en un brote de dermatitis atópica) puede ser la puerta de entrada de sensibilizaciones a alimentos que, más adelante, se manifestarán como alergia cuando el niño lo coma por primera vez.
Otras medidas para prevenir las dermatitis son intentar, en la medida de lo posible, evitar los factores desencadenantes que se puedan controlar (el polvo, el tabaco, los detergentes de ropa muy agresivos…) y, sobre todo en el caso de los niños, mantener las uñas cortas para reducir las posibles heridas al rascarse.