Puede que no seáis muy amantes de las coles. Pero lo cierto es que estas verduras tienen muchísimas propiedades saludables y su consumo habitual se ha relacionado con un menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cánceres.
A mí me encantan todas las verduras, aunque diría que precisamente las coles de Bruselas se encuentran entre mis preferidas. Sin embargo reconozco que, con ciertas cocciones, tanto estas verduras como la coliflor o el brócoli desprenden un aroma que invade toda la cocina y que puede echar un poco para atrás. En el caso de otros vegetales de esta misma familia, como la rúcula, la col rizada (también conocida como kale) o los rábanos, el ‘problema’ no es tanto el olor (son verduras que solemos comer crudas), sino que pueden resultar demasiado amargos para ciertos paladares.
Todas estas verduras que hemos mencionado se conocen como verduras crucíferas y son una variedad de vegetales del género Brassica. También pertenecen a este grupo los nabos, el berro y otras verduras de hoja verde. Como tienen muchos beneficios para la salud – destacan por ser verduras ricas en carotenoides (entre ellos, el betacaroteno), vitamina C, E y K, folato y minerales, además de una importante fuente de fibra – desde este blog de alimentación y vida sana queremos compartir un truco para evitar su olor intenso y su sabor amargo y, de este modo, animaros a consumir este tipo de verduras con más frecuencia.
Pero antes, queremos contaros el por qué estas verduras crucíferas desprenden su particular aroma sobre todo durante la cocción y tienen este sabor amargo tan característico. La explicación está en un grupo de sustancias presentes en este tipo de verduras llamadas glucosinolatos, que son componentes químicos con azufre.
Según lo que he consultado en diferentes publicaciones científicas, resulta que durante la preparación de las comidas, al masticar y en la digestión, los glucosinolatos de las verduras crucíferas se descomponen para formar unos compuestos biológicos que son los responsables de sus efectos preventivos frente al cáncer y las enfermedades cardiovasculares, pero también de su particular aroma y sabor.
Pero las verduras se pueden cocinar de muchas formas, más allá de hervidas o al vapor (cocciones con las que se ‘despierta’ su característico olor y/o sabor). Al saltearlas o asarlas al horno, por ejemplo, evitaremos ese aroma intenso y su sabor amargo. Es más, podemos conseguir darles un toque más bien dulce y con un punto tostado. Personalmente, os recomiendo prepararlas al horno con una coccote de cerámica de gres tipo las de Le Creuset. Todas las coles quedan exquisitas y el sabor no tiene nada que ver con el que se obtiene al cocerlas en agua o cocinarlas al vapor.
Esto se consigue gracias a un proceso conocido como reacción de Maillard. Con tan solo añadir un poco de aceite de oliva y un pellizco de sal, el calor seco del horno conseguirá darle a las verduras ese característico tono marrón de los alimentos horneados o asados, así com su particular aroma. Esta reacción química tiene lugar al interactuar los aminoácidos de los alimentos con ciertos azúcares (como la glucosa y la fructosa) y nos puede ayudar a cambiar nuestra predisposición a comer estos vegetales y hacerlos mucho más apetecibles.
Es decir, al cocinar estas verduras al horno, no solo conseguimos este cambio en su color, sino también ese tentador aroma tan característico de las recetas asadas o horneadas, lo que se traduce también en un cambio en su sabor.
Así pues, ya lo sabéis. Si no sois mucho de verduras crucíferas, podéis probar a prepararlas en el horno. Además de mucho más sabrosas, es un tipo de cocción saludable, rápida, sencilla y con las que apenas ensucias. Esperamos que os animéis a probarlo y compartáis vuestra experiencia con nosotras 😉 .
