¿Carne roja o carne blanca?

Carne roja o carne blanca

Si hace unos días hablábamos de las diferencias entre el pescado azul o blanco, hoy dedicamos este post a los diferentes tipos de carne.

Aunque no me entusiasma demasiado, trato de comer un poco de todo tipo en mi intento de llevar una dieta equilibrada y no renunciar a ningún grupo de alimento (no tengo, por ahora, ninguna alergia ni intolerancia alimentaria que me obligue a hacerlo). Aun así, reconozco que apenas como carne roja y casi nunca carne de ternera, porque es, de entre todas, la que menos me gusta.

La carne es, sin embargo, un alimento de gran valor nutricional y una importante fuente de proteínas, al igual que el pescado, los huevos, los frutos secos, las legumbres… Personalmente, preferiría limitar aun más mi consumo de carne por un tema de preferencia personal (disfruto más comiendo huevos o legumbres), pero la sigo incluyendo en mi dieta por las siguientes razones.

En el libro La ciencia de la salud, el doctor Valentí Fuster, una eminencia en el mundo de la medicina y la cardiología, explica que hay dos grandes diferencias entre las proteínas de origen animal y las proteínas de origen vegetal.

La primera es que el cuerpo humano aprovecha peor las proteínas de origen vegetal que las de origen animal. Por tanto, como una parte de las proteínas de los vegetales se pierden sin ser utilizadas, deberíamos comer más cantidad de proteínas vegetales para conseguir todos los aminoácidos (sustancias químicas que se combinan para formar proteínas) que nuestro organismo necesita.

La segunda gran diferencia es que las proteínas vegetales se consideran de bajo valor biológico (a excepción de la soja), ya que no contienen todos los aminoácidos esenciales. No es que las proteínas de origen vegetales no sean convenientes. Pero pueden ser insuficientes, si no sabemos combinar los alimentos de manera que unos vegetales aporten los aminoácidos que le faltan a los otros.

Aun así, no toda la carne es igual. La carne roja (forman parte de este grupo, según la OMS, la carne de res, ternera, cerdo, cordero, caballo y cabra) tiene como virtud el hecho de contener una gran cantidad de hierro. Se trata, además, de un hierro que nuestro organismo parece absorber con más facilidad que el que contienen los alimentos de origen vegetal como las espinacas o las lentejas. Por lo tanto, según Valentí Fuster, un consumo ocasional de carne roja (una vez a la semana) es incluso recomendable para las personas propensas a sufrir anemia, especialmente en mujeres con menstruaciones abundantes.

No recomienda, en cambio, un consumo más frecuente a causa de las grasas saturadas perjudiciales que contiene. Entre ellas, un tipo de grasa que eleva el colesterol malo en la sangre.

El consumo habitual de carne roja puede provocar, además, cáncer colorectal, uno de los más habituales en los países occidentales, y también se relaciona con otro tipo de cánceres gástricos, como vimos en el post Carne roja ¿Sí o no?, y el cáncer de mama.

La recomendación de los especialistas es, por tanto, consumirla de forma moderada, no sobrepasar los 500 gramos semanales entre carne roja y procesada (embutidos, salchichas, frankfurts…) y optar por carne magra (sin grasa ni nervios).

Con la carne blanca (pollo, pavo, conejo…) podemos ser más generosos en su consumo. Tienen un perfil de grasas más saludables respecto a las carnes rojas y se pueden comer varias veces a la semana. Si la consumimos con frecuencia, es mejor optar por las pechugas, al tener menos grasa que el muslo y las alas. La piel contiene aun más grasas (y calorías), por lo que también se recomienda retirarla antes de comerla.

En el caso de la carne de cerdo, aunque la OMS la incluya dentro del grupo de las carnes rojas, esta ocupa un lugar intermedio entre la carne de vacuno y las aves. No tiene una composición de grasas tan negativa como la ternera, por ejemplo, pero tampoco tan buena como la del pollo. Así pues, según Valentí Fuster, incluso la podríamos consumir dos veces por semana.

Finalmente, entramos en el grupo de las carnes procesadas, donde el embutido es el gran protagonista. Además de contener mucha grasa (especialmente grasas saturadas), generalmente llevan muchos aditivos que suelen ser poco saludables, por lo que debemos tomarlos con moderación. No obstante, hay mucha diferencia entre unos embutidos u otros. No es lo mismo un buen jamón de Jabugo de cerdos criados en una granja al aire libre y comiendo bellotas que el chopped, el chorizo, la mortadela o el beicon.

Personalmente, creo que en el caso de la carne y los embutidos es especialmente importante intentar, en la medida de lo posible, conocer su origen y su composición, porque tampoco se sabe del cierto los efectos adversos que pueden tener o no algunos métodos utilizados en las granjas para aumentar la productividad (tipos de pienso, hacinamiento de los animales, el uso de antibióticos…) o los aditivos que comentábamos.

Rosa Lecina

Periodista de salud, belleza y bienestar. Lo que más me gusta de mi trabajo es que me permite aprender cosas nuevas cada día y poder compartirlas con los demás. Desde Santium espero poder descubriros todo aquello que nos ayude a vivir una vida más sana. Podéis contactarme en: blogsanitum@gmail.com

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