Las redes sociales han generado últimamente un creciente interés por la llamada dieta cetogénica, y eso que para nada es algo nuevo. El término cetogénico fue acuñado en 1921 por Russell Morse Wilder, un médico clínico, científico y profesor de Estados Unidos conocido por sus numerosas investigaciones sobre enfermedades de metabolismo y nutrición, entre ellas la dieta cetogénica utilizada comúnmente para tratar la epilepsia. Esta dieta alude a una intervención terapéutica capaz de generar una situación de “cetosis” similar al ayuno. Los cuerpos cetónicos son los compuestos químicos encargados de la cetogénesis en las mitocondrias de las células del hígado. Su principal función consiste en dar energía al cerebro. Los expertos no la consideran una dieta más, sino un patrón nutritivo que aporta salud y bienestar a nuestro cuerpo.
Este patrón busca reducir al máximo la cantidad de hidratos de carbono, haciendo primordiales las grasas y proteínas en la dieta. De este modo, el cuerpo de manera natural producirá la cetosis consumiendo grasas a través de las cuales obtendrá energía de manera rápida pero menos eficiente que el metabolismo al que estamos acostumbrados. Además de reducir grasas y glucógeno, este patrón controla los niveles de glucemia o azúcar en sangre. Gracias a esta característica, numerosos estudios se han centrado en pacientes que sufren diabetes, cuya enfermedad se ha terminado regulando o, en caso de no tenerla, a prevenir su aparición.
La clasificación de las dietas cetogénicas responde a la restricción en la cantidad de glúcidos:
- Dietas bajas en glúcidos, ricas en grasa o proteínas.
- Dietas bajas en energía, las también llamadas hipocalóricas.
- Dieta baja en hidratos de carbono, con el objetivo de quemar la grasa para obtener energía.
- Dieta hiperproteica vegana en la que aumenta significativamente la cantidad de proteína de origen vegetal.
En resumen, debemos reducir los alimentos ricos en glúcidos, como es el caso de los cereales y derivados, eliminar el azúcar y limitar el consumo de frutas y verduras. Los alimentos recomendados serían: carne magra de ternera, pescados, yogur, huevos, quesos, aceite de oliva, pechuga de pavo fresca, pechuga de pollo, aguacates, cacahuetes, aceitunas, … Todos ellos tienen alto contenido proteico y graso de buena calidad.
En casos de sobrepeso y obesidad la comunidad médica es reacia a la aplicación de este tipo de dietas. Por ello se recomienda que una dieta cetogénica baja en carbohidratos sea controlada por un médico, evaluando especialmente la función renal. Es importante hacer un seguimiento cuidadoso durante la transición de la dieta cetogénica a la dieta normal.